jueves, 28 de febrero de 2013

Operación de urgencia



      La siguiente historia está basada en hechos irreales, cualquier parecido con la imaginación es pura coincidencia.
      Mackenzie se quiso vengar de mi calcetín rosa en su boca y no tardó ni 24 horas en perpetrar su venganza. Las 9:20 de la mañana es la hora estipulada para mi primera siesta en la guardería. Esté como esté, alguna cuidadora se acerca a mí, me coge en brazos y me mete en la cuna con mi querido Agú.
      Esta mañana pasó como cada día y las 9:21 ya estaba con un ojo cerrado y el otro a punto de caer. Agú estaba a mi lado y lo abracé fuerte. Me quedé dormida muy rápido y ni siquiera me dio por soñar nada. Me desperté temprano, a eso de las 10:15 y lancé un grito aclaratorio de mi nuevo estado sensorial: “¡Chicas, estoy despierta y quiero salir de aquí!”. Y eso hicieron mis cuidadoras, me sacaron de la cuna y me volvieron a poner en la sala de juegos. No estaba para muchos juegos y mi humor tampoco era el más adecuado para enterarme de lo que pasaría a continuación.

                                             Maia con su inseparable Agú
 
      Agú no estaba en la cuna. Como estaba medio sobada ni me di cuenta. Me puse a morder el juguete de un bebé nuevo de cinco meses y me dejé llevar. Entonces llegaron Mackenzie, Libby y Kooper con Agú en la mano.
      —¿Creo que éste es tu amigo, no?  Parece que ha tenido un pequeño percance —soltó Mackenzie con sonrisa de malvada de telenovela mejicana.
     Cuando vi el estado de Agú empecé a llorar. Tenía media cabeza descolgada de su cuerpo, un brazo colgando y parte de su capa llena de pintadas sin sentido. Había perdido mucho relleno (su sangre) y necesitaba una trasfusión de relleno y una operación urgente de cabeza y brazo. Lloraba desconsolada y ninguna cuidadora se daba por aludida de que mi Agú necesitaba cuidados urgentes. Debía esperar que los padres primerizos viniesen y le salvasen la vida a Agú.
       Mientras tanto tenía que hablarle para que supiese que estaba a su lado.
       —¿Estás bien Agú?
       —Estoy débil —el fino hilo de voz de Agú era casi inaudible —Estoy débil —repetía una y otra vez.
       —No te preocupes que mami te salvará. Ya lo verás.
       Las horas no pasaban a la misma velocidad que otros días. Era como si una hora tuviese 200 minutos y no podía hacer nada por adelantar el tiempo. Le hice un torniquete a Agú con una pinza del pelo y me lo metí en la boca para meterle aire en el hueco de la cabeza. Me pasé la tarde con el pobre Agú en mis brazos.

                                              mami lo hizo a la primera
         Los padres primerizos llegaron con una sonrisa estúpida que no entendía.
       —¡Vamos nenos, que tenemos que salvar a Agú! —les dije con mi mirada.
       Mami cogió a Agú y vio lo mal que estaba.
       —Huy, pobre Agú, ¿qué le ha pasado, Maia?
       Me puse a llorar y los padres primerizos pillaron que teníamos que llegar  rápido a casa para salvarlo.
       Mami le pidió a Capgros las agujas y el hilo que tienen en el tercer cajón del lavabo.
       —¡Vamos mami, que tú puedes salvarlo! —le decía con mis ojos a mami.
      Mami cogió un trozo de hilo blanco, lo enhebró dentro de la aguja más afilada y empezó a operar a Agú, sin anestesia.
            Empezó por la cabeza, con mucho cuidado. Después de un montón de puntadas exactas, la cabeza se empezó a sostener sola y Agú parecía recobrar su sonrisa lentamente. El brazo lo recolocó después. Agú volvió a recobrar su tono azulado habitual y ya no tenía que sufrir por él. ¡Estaba salvado! Mami había conseguido mantener con vida a Agú. La sonrisa de Agú se fundió con el abrazo más fuerte que le he dado nunca a mami. Gracias a ella, Agú estaba sano y salvo.

                                Un Buen Día. Los Planetas. Hoy ha sido un buen día para Maia

lunes, 25 de febrero de 2013

Equivocaciones en la guardería



      Todo empezó por la equivocación de un calcetín. Anoche el calor nos dejó a todos con mucho sueño en el cuerpo. Hemos dormido poco. Los ojos de Capgros no estaban bien conectados con su cerebro y se ha equivocado al ponerme los calcetines. Me ha puesto uno de cada color. Mami tampoco se dio cuenta y me he presentado de tal guisa en la guardería; he sido el hazmerreir (nunca una palabra fue tan clara y precisa para definir lo que significa y para sentir lo que he sentido: hazme reír) de toda la guardería. Todos se reían de mis dos calcetines diferentes y por mucho que lo intentaba, no conseguía quitarme ninguno de los dos. La que más se reía era “Pan de Kilo” Mackenzie. No soporto ver reír a esa cara de pan de kilo y después de saber que la Prednisolona tiene como efecto secundario quedarme con “cara de luna”, la rabia que le tengo ha ido en aumento.
      A última hora de la mañana conseguí quitarme uno de los dos calcetines. Esperé a que Mackenzie se acercase a mí y en un momento de descuido le he metido un calcetín en la boca.
      —La próxima vez que te rías de mí te voy hacer comer todas las papillas de la guardería, con lo que vas a estar cagando de tal manera que no va a haber cuidadora que se quiera acercar a ti en los próximos tres años; ¿comprendes colega?

                                            Maia floreada y sin calcetines 
       Mackenzie estaba sentada en el suelo con los ojos desorbitados y medio calcetín rosa saliéndole por la boca. Para terminar de convencerla de que no se volviese a reír de mí, le he estirado del pelo hasta que su nariz ha tocado la colchoneta donde tenía puesto su gordo culo. Se ha puesto a llorar como una loca y ha tenido que venir Caroline, la cuidadora principal del grupo de bebés, a rescatarla.
      —¿Pero Maia, que le has hecho a la pobre Mackenzie? —me ha dicho Caroline, que se había cortado el pelo y llevaba un flequillo rubio muy poco favorecedor.
      Aprovechando que todavía no tengo que contestar a los mayores, he sonreído y me he puesto a jugar con la cabeza de una Barbie anoréxica. Nos han separado y he seguido el día tranquila, sin calcetines en mis pies.

                                         Calcetines diferentes que no pegan
                        
      Una de las neveras de la guardería no funciona bien, así que las cuidadoras estaban un poco atareadas quitando la comida congelada del frigorífico estropeado y llevándola al  frigorífico de la cocina, que si funciona. Así que, por tercera vez en éste año, se van a tener que comprar un nuevo frigorífico.
      Los padres primerizos pasaron a buscarme a la hora estipulada. Mami se dio cuenta del nuevo corte de pelo de Caroline y se lo comentó. Reproduzco la conversación en inglés (en VOSE) para que entendáis la última equivocación del día.
      —Do you have a new Fringe, Caroline? /(¿Tienes un nuevo flequillo, Carolina?)
     —Oh yes, it is broken again  and we have to buy a new one (Oh, sí, está roto otra vez y tenemos que comprar uno nuevo).
      O sea que Caroline no entendió a mami y pensó que le estaba hablando de que se tienen que comprar un nuevo Fridge (frigorífico), y no que estaba hablando de su nuevo Fringe (flequillo).
      Mami miró a Capgros para ver si se había dado cuenta de la equivocación lingüística. Evidentemente, el mono de su cabeza estaba tocando una de esas canciones surrealistas que tanto le gusta, a bombo y platillo, y no había pillado nada. Pachin Pachan Pachin Pachan. Y lo más importante de todo: mis dos calcetines de diferentes colores se quedaron extrañamente olvidados en algún rincón de la guardería.

                             Toe. Tremolo and delay. Los calcetines esconden los dedos de los pies.
 

jueves, 21 de febrero de 2013

La Prednisolona y los espejos

       La Prednisolona es el metabolito activo de la Prednisona. Tiene sabor extremadamente amargo, lo que hace dificultoso su administración a niños. Las definiciones generales tienen la validez de un político en campaña electoral. Mi nuevo medicamento no es tan malo como lo pintan y me parece lo más dulce que he tomado nunca. Debe ser que tengo el gusto acostumbrado a comer mezclas raras del tipo: brócoli con pollo con calabaza y boniato. Después de eso, la Prednisolona me parece un trozo de chocolate suizo con merengue caramelizado al punto. Rico, rico. La Prednisolona es el principio activo del medicamento que me tengo que tomar para quitarme los mocos de encima. Me trago los 1,5 mL del jarabe en un periquete y noto como los mocos de mi pecho empiezan a temblar. La aniquilación total de mocos llegará pronto, pero con éste tipo de medicamentos tan fuertes siempre hay que tener muy en cuenta los efectos secundarios. Pregunto a mi Wikipedia personal (Owlie, el búho que vela por mis sueños y pesadillas) y me cuenta:
      —Los efectos secundarios de la Prednisolona incluyen retención de líquidos de la cara (cara de luna, síndrome de Cushing), acné, estreñimiento, cambios de humor. También puede haber efectos secundarios oculares. Ah, y alucinaciones —Owlie me lo cuenta con los ojos muy abiertos. De búho.
      —Lo que me faltaba —le suelto a Owlie— ¿Qué quieres decir con tener cara de luna? —le pregunto a Owlie antes de que venga Capgros a darme el jarabe.
       —Cara de luna viene siendo tener la cara gorda, como un pan de kilo —me contesta Owlie.
       —O sea que si me paso de jarabe, tendré la cara como Mackenzie.
       —Exacto.
      
                                              enfretándome al espejo mágico

      Me tengo que tomar la Prednisolona a las 6.00 de la tarde, justo después de la cena y un poco antes del baño. En ese intervalo de tiempo (unos 15 minutos), los padres primerizos suelen jugar conmigo: que si “cinco lobitos tiene la loba”, que si ponte en boca abajo y gatea, que si dónde está mami con una toalla en la cara para que no sepa dónde está…esas cosas de bebés. Y justo antes de meterme en la bañera, me enfrentan al espejo del baño de invitados. El espejo en dónde puedo ver mi futuro. No sé si la Prednisolona tendrá efectos secundarios cuando me enfrente al espejo, pero lo que sé es que con menos mocos en mi pechete, mi claridad de ideas para mi futuro está más claro.
      Me enfrento al mundo interior del espejo con los ojos bien abiertos. El jarabe sigue matando mocos. Noto como se van cayendo de mis vías respiratorias, se meten por recovecos de mi cuerpo y se colocan en zonas de inminente salida de mi cuerpo; vamos, que las voy a tener que vomitar o cagar. No hay más.
      
                                                  persona con cara de luna
 
      Los padres primerizos me enfrentan de nuevo al espejo. Tengo que buscar una puerta rápida, abrirla y ver cómo sería mi futuro si eligiese esa puerta.
       La primera puerta que veo después de salir corriendo por uno de los pasillos es prometedora: “Maia Presidenta de los EEUU”. Voy de cabeza y abro la puerta.
        Soy proclamada la primera presidenta “que siendo mujer no nacida en los USA, que no es negra y que nunca ha pisado el país; sólo por su brillante inteligencia y sabiduría ha sido proclamada presidenta del segundo país más importante del mundo”. ¿El segundo país más importante del mundo? Paso de ser una presidenta de un país segundón. Así que renuncio el mismo día de mi proclamación, pero antes de eso: abolo el dinero, prohíbo las armas en todo el país y dejo sin ejército a los americanos. Vamos que la lío parda y me quieren apalear. Por suerte es sólo una posibilidad que podría elegir para mi futuro, así que la descarto por aburrida. Abro la puerta y vuelvo a la realidad.
            —Vamos Maia, a la bañera —los brazos de Capgros me separan del espejo y me meten a la bañera. Los mocos siguen despeñándose de mi pechete. Me encuentro mucho mejor después de los 1.5 mL de Prednisolona; además, ya he descartado una posibilidad de mi futuro: no quiero ser Presidenta de los Estados Unidos.
 The Housemartins. Bow Down. La canción que sonaría el día de mi proclamación como Presidenta de los EEUU


lunes, 18 de febrero de 2013

Sueños extraños y canciones surrealistas



      Después de la visita al Doctor Teh regresamos a casa con mi cuerpo a punto de quedarse dormido. De fondo escuchaba una de esas canciones surrealistas que tanto le gustan a Capgros. La primera frase de la canción lo dice todo:
       “Nos dejaron las balas y un enjambre de abejas, ese fue su tesoro y una noche oxidada…”.
      Como mis neuronas están enlazándose a ritmo frenético, cada vez que les entran frases de éste tipo se vuelven locas. La lucha por seguir escuchando la canción o por dejarme vencer por mis ojos soñolientos acaba con KO técnico del sueño y me quedo “sopinstant” en medio del estribillo de la canción surrealista:
       “Y en mitad del relámpago llegó el mal de altura, fuimos sed en el aire pero boca en la tierra…”. Las neuronas del compositor se tuvieron que quedar igual de descansadas que las mías. Cierro los ojos y me meto en mi sueño.

                                   Maia con su nueva mesa de juegos        

      Allí está Pepe, el portero de mis sueños, que me está esperando con más pelo de lo habitual. Pepe es calvo, más que Capgros, y para disimular su incipiente calvicie se rapa el pelo al cero cada tres o cuatro días. Pero parece que hoy se le olvidó raparse. Tiene un tatuaje de un boomerang aborigen en su brazo derecho y un pendiente de pirata en su oreja izquierda; es un portero molón, que últimamente me da la opción de elegir entre dos sueños. Con las dos opciones de hoy no tenía ninguna duda de cuál iba a ser la más divertida.
        —Buenas tardes señorita Maia; hoy tenemos un sueño con Rajoy de protagonista en el que tendrá que jugar con él a hacer muñecos con plastilina, o bien tenemos otro sueño en el que le tocará ser el Sancho Panza de Nadal —Pepe me resume mis dos posibilidades muy servicialmente.
        —Me voy con Nadal. Paso de las plastilinas de Rajoy. Hasta dentro de un rato Pepe —saludo a Pepe y abro la cortina de mi sueño
       
                                     A Nadal no le gustan los plátanos de plastilina

       Nadal está a punto de entrar en la pista central del Open de Australia. Es la final y yo voy a su lado. Llevo un capazo con plátanos en una bolsa y unas veinte raquetas en otra. Soy un Sancho Panza de ocho meses recién cumplidos que gatea hacia atrás, con lo cual estoy de espaldas a Nadal todo el rato y me cuesta seguirlo sin saber hacia dónde tengo que gatear. Nadal me pide un plátano maduro para antes de que empiece el partido. Cuando Nadal abre el plátano se da cuenta que es de plastilina.
         —¡Maia, qué narices representa éste plátano de plastilina! —Nadal se enfada y me tira el plátano de plastilina al suelo.
         —Lo siento Rafa, esto debe ser cosa de Rajoy. Ahora vuelvo. —Me ausento de la pista central del Open de Australia y salgo a buscar a mi otra posibilidad de sueño.
         Las cortinas del sueño de Rajoy están medio abiertas. No hay nadie dentro de la sala de juegos dónde tenía que estar Rajoy haciendo figuras de plastilina. Vuelvo a Pepe y le pido explicaciones.
        —No sé nada del sueño de la plastilina, señorita Maia. Debe ser que Rajoy se ha metido en el otro sueño y le está fastidiando la final del Open de Australia a Nadal.
         —En fin, voy a ver qué puedo hacer con los plátanos de plastilina. Total es un sueño y Nadal se puede comer un plátano de plastilina si yo quiero.
         En la pista central del Open de Australia la final está a punto de terminar. Nadal saca para no perder el partido. Me mira de reojo antes de levantar la pelota y darle el último raquetazo del partido. Rajoy está al resto y con un magnífico golpe de revés gana el Open de Australia. 

                                              Rajoy con sus plátanos de plastilina 
 
      Me despierto del sueño con la misma canción surrealista en la cabeza y con un extraño sabor a plastilina en mi boca. Capgros se ha dedicado a poner la misma canción una y otra vez. El estribillo de la boca en la tierra y las abejas oxidadas me han dejado con lo que iba a ser un sueño divertido en otra pesadilla. Si tengo que crecer escuchando éste tipo de canciones, mis neuronas en el futuro van a tener problemas de adaptación a los sueños y pesadillas.
                                Vetusta Morla. "Boca en la tierra". La canción surrealista