El otro día me
desperté con un moco enorme en el orificio derecho de la nariz. Le pedí a Agú
que me pasara su capa para sonarme. Eso que los padres primerizos creen que un
bebé de siete meses no puede hacer, yo, lo hice. Pero el moco enorme se fue al
orificio izquierdo de mi nariz. Me preocupe por esa extraña comunicación de
mocos a través de mi tabique nasal y empecé a toser como nunca lo había hecho.
Los padres primerizos se asustaron y decidieron llevarme al médico.
—Tenemos que llamar al Doctor Teh y
contarle la tos que tiene esta niña —dijo mami, muy preocupada.
El calborotas llamó al Centro Médico
del Doctor Teh, pero no tenía ninguna hora libre hasta dentro de dos semanas.
—No importa. Póngame con cualquier
doctor para mañana mismo —dijo el calborotas con cara seria. Ahora me sentía
mal por haberme provocado la tos, ese moco juguetón había tenido la culpa; pero
bueno, era una excusa para salir de la monotonía.
Maia se va al médico
Teníamos hora con el Doctor Latif a
las 3.00 pm. Eso quería decir que el calborotas tenía que pasar a buscarme por
la guardería, llevarme hasta el centro médico y estar a mi lado en la consulta.
Llegaron las 3.00 pm y el calborotas
entró en la guardería. Su cara trasmitía nerviosismo. Tenía miedo porque me iba
a llevar él al médico, sin el apoyo fundamental de mami. Me metió en el coche y
empezó a canturrear una de esas canciones con letras sin sentido que tanto le
gustan.
Yo tenía que transmitirle tranquilidad,
para que él se relajara. Así que me porté bien dentro del coche y no hice
ningún ruido. Tampoco tosí, que es lo que se suponía que tenía que hacer. El
moco juguetón ya era historia.
Llegamos al centro médico un minuto
antes de la hora de la visita. El calborotas respiraba nervioso. Me sentó en el
carrito de paseo y vi que una gota de sudor empezaba a bajarle por la cabeza.
La gota viajaba lentamente por la sien del calborotas. De repente me di cuenta
del tamaño de su cabeza.
“¡Dios qué cabeza más grande tiene
el calborotas!”, pensé, mientras la gota
de sudor seguía cayendo por su cabeza. Tenía que cambiarle el nombre a mi
padre: ya no sería “Calborotas”, a partir de ahora (y en honor a su pueblo
natal) lo llamaría: “Capgros” (Cabeza Grande, como llaman a los nacidos en
Mataró).
ejemplo de Capgros
Capgros le dio a la enfermera los
detalles de nuestra visita. Teníamos que esperar un rato en la sala de espera.
La gota de sudor seguía cayendo por su cabeza. Ahora estaba al principio de su
oreja derecha. Diez minutos después de llegar a la consulta nos llamó el Doctor
Latif.
Capgros seguía nervioso y recitó de
memoria los síntomas que tenía.
—La niña lleva unos días con una tos
muy fea, que empeora por las noches, tiene mocos, tose…
El Doctor Latif era mohíno y no
contestó nada. Acercó su oreja a mi pecho y me tomó la temperatura con un
artefacto dentro de mi oreja. No tenía fiebre. La gota de sudor seguía sin
sobrepasar la oreja de Capgros.
—¿La niña está bien, doctor? —preguntó
Capgros.
—Tiene un poco de Bronquiolaitis —soltó
el Doctor Latif mirando al techo.
—ummm, Bronquiolaitis, ah ah —la contestación
de Capgros dejaba claro que no tenía ni idea de qué iba eso.
Bronquiolaitis sonaba a apellido de
jugador de baloncesto griego. Eso me dio por pensar que quizás el moco juguetón
se llamaba Mocolaitis, y que con tres enfermedades más podría tener el quinteto
inicial de la selección griega de baloncesto. Pero eso era otro tema.
Bronquiolaitis, Mocolaitis, Sinusaitis, Tosaitis...
El Doctor Latif no era nada
comunicativo y contestaba a todo con monosílabos. Capgros acribilló a preguntas
al doctor:
—Dentro de unos días tenemos que
viajar a Perth, ¿la niña puede volar sin problemas con la Bronquiolaitis? —la
gota de sudor seguía avanzando por la cabeza de Capgros.
—Sí.
—¿Y podemos llevar a la niña a la
piscina sin problemas?
—Sí
Capgros tenía cara de estar
preparando una pregunta que no se pudiera responder con un “sí” o con un “no”;
algo así como:
—¿De qué color era el caballo blanco
de Santiago?
—El caballo Blanco de Santiago no
tiene rabo porque Ramón Ramírez se lo ha cortado —le hubiese contestado yo,
pero el Doctor Latif, seguía sin cooperar demasiado en cuanto a transmisión de
información.
—No —contestaría él.
—Entonces, ¿la niña está bien?
—preguntó finalmente Capgros.
—Sí.
—Pues muchas gracias, doctor. Ha
sido usted de mucha ayuda —se despidió Capgros, con cara de estar pensando “menuda
mierda de médico nos ha tocado”.
La visita al Doctor Latif por fin
había terminado. Cuando llegamos al coche para volver a casa, la gota de sudor
estaba a punto de llegar al final de la cara de Capgros.
la canción que canturreaba Capgros
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