La siguiente historia
está basada en hechos irreales, cualquier parecido con la imaginación es pura
coincidencia.
Mackenzie se quiso vengar de mi
calcetín rosa en su boca y no tardó ni 24 horas en perpetrar su venganza. Las
9:20 de la mañana es la hora estipulada para mi primera siesta en la guardería.
Esté como esté, alguna cuidadora se acerca a mí, me coge en brazos y me mete en
la cuna con mi querido Agú.
Esta mañana pasó como cada día y las
9:21 ya estaba con un ojo cerrado y el otro a punto de caer. Agú estaba a mi
lado y lo abracé fuerte. Me quedé dormida muy rápido y ni siquiera me dio por
soñar nada. Me desperté temprano, a eso de las 10:15 y lancé un grito
aclaratorio de mi nuevo estado sensorial: “¡Chicas, estoy despierta y quiero
salir de aquí!”. Y eso hicieron mis cuidadoras, me sacaron de la cuna y me
volvieron a poner en la sala de juegos. No estaba para muchos juegos y mi humor
tampoco era el más adecuado para enterarme de lo que pasaría a continuación.
Maia con su inseparable Agú
Agú no estaba en la cuna. Como
estaba medio sobada ni me di cuenta. Me puse a morder el juguete de un bebé
nuevo de cinco meses y me dejé llevar. Entonces llegaron Mackenzie, Libby y
Kooper con Agú en la mano.
—¿Creo que éste es tu amigo, no? Parece que ha tenido un pequeño percance
—soltó Mackenzie con sonrisa de malvada de telenovela mejicana.
Cuando vi el estado de Agú empecé a
llorar. Tenía media cabeza descolgada de su cuerpo, un brazo colgando y parte
de su capa llena de pintadas sin sentido. Había perdido mucho relleno (su
sangre) y necesitaba una trasfusión de relleno y una operación urgente de
cabeza y brazo. Lloraba desconsolada y ninguna cuidadora se daba por aludida de
que mi Agú necesitaba cuidados urgentes. Debía esperar que los padres
primerizos viniesen y le salvasen la vida a Agú.
Mientras tanto tenía que hablarle
para que supiese que estaba a su lado.
—¿Estás bien Agú?
—Estoy débil —el fino hilo de voz de
Agú era casi inaudible —Estoy débil —repetía una y otra vez.
—No te preocupes que mami te
salvará. Ya lo verás.
Las horas no pasaban a la misma
velocidad que otros días. Era como si una hora tuviese 200 minutos y no podía
hacer nada por adelantar el tiempo. Le hice un torniquete a Agú con una pinza
del pelo y me lo metí en la boca para meterle aire en el hueco de la cabeza. Me
pasé la tarde con el pobre Agú en mis brazos.
Los padres primerizos llegaron con
una sonrisa estúpida que no entendía.
—¡Vamos nenos, que tenemos que
salvar a Agú! —les dije con mi mirada.
Mami cogió a Agú y vio lo mal que
estaba.
—Huy, pobre Agú, ¿qué le ha pasado,
Maia?
Me puse a llorar y los padres
primerizos pillaron que teníamos que llegar
rápido a casa para salvarlo.
Mami le pidió a Capgros las agujas y
el hilo que tienen en el tercer cajón del lavabo.
—¡Vamos mami, que tú puedes
salvarlo! —le decía con mis ojos a mami.
Mami cogió un trozo de hilo blanco,
lo enhebró dentro de la aguja más afilada y empezó a operar a Agú, sin
anestesia.
Empezó por la cabeza, con mucho cuidado.
Después de un montón de puntadas exactas, la cabeza se empezó a sostener sola y
Agú parecía recobrar su sonrisa lentamente. El brazo lo recolocó después. Agú volvió
a recobrar su tono azulado habitual y ya no tenía que sufrir por él. ¡Estaba
salvado! Mami había conseguido mantener con vida a Agú. La sonrisa de Agú se
fundió con el abrazo más fuerte que le he dado nunca a mami. Gracias a ella, Agú
estaba sano y salvo.
Un Buen Día. Los Planetas. Hoy ha sido un buen día para Maia
Menos mal que Agu sobrevivio, estaba sufriendo al leerlo!
ResponderEliminarPobre Agu, el osito español que siempre está a tu lado. Mami lo curó
ResponderEliminarcon mucho empeño.Quiere mucho a mami, un besote abu-Eli