Matusalén —al
que mami no deja de llamar “papi”— tuvo el otro día una entrevista de trabajo
para ser entrenador personal en un centro de salud mental del gobierno de South
Australia. O sea que tenía la posibilidad de entrenar a locos, ex convictos, ex
drogadictos y gente con problemas mentales en general. Cada vez que tiene una
entrevista de trabajo se pone nervioso; le da por cortarse el poco pelo que le
queda, afeitarse la barba más de lo que debería y ponerse la camiseta negra que
a mami tanto le gusta. Desde el día le dijo que estaba muy guapo con esa
camiseta es lo único que hace: ponérsela cuando tiene que dar buena impresión.
El caso es que se cortó el pelo la noche anterior a la entrevista y nadie se
fijo en el mechón extremadamente largo que se había dejado en el cogote. Yo lo
vi, pero no le dije nada pensando que se trataba de una nueva moda de peinado
para entrenadores personales. Me imaginé que habría visto algún anuncio del
tipo: “Déjate una rasta de pelos largos en tu cogote y acojona a tus clientes:
Sé un Personal Trainer con agallas. Córtate el pelo como yo”. O vio un anuncio
así, o no entiendo por qué se dejó un peinado tan raro. En fin, a lo que iba.
Después de la entrevista, Matusalén
volvió a casa con una cara de susto que denotaba que la cosa no había ido como
él esperaba. Lo compartió con la familia y yo os lo cuento a mi manera.
Maia comiendo sushi
Matusalén llegó al centro de Salud
Mental del Gobierno de South Australia media hora antes de la hora estipulada
para la entrevista. Empezó a caminar por las salas del centro de Salud Mental y
se acercó a una puerta que ponía: “Entrada para Enfermos Peligrosos”. No se dio
cuenta del botón rojo que abría la puerta, se apoyó sobre él y la puerta se
abrió. Miró alrededor y pensó, en plan aventurero: “Vamos a ver qué hay por
aquí”.
En esas que el enfermero de turno
estaba haciendo su ronda rutinaria de paseo para controlar que todos los locos
estaban en su sitio. El enfermero lo vio por la espalda —y con ese corte de
pelo de loco que llevaba—, y pensó:
“Otro que se ha escapado de su habitación”. Se acercó a Matusalén y le tocó el
hombro:
—¿Qué pasa colega, dando un paseo
por la planta?
—Ah…, hola, no, yo tengo una
entrevista para un trabajo como Instructor de deporte en un rato —dijo
Matusalén.
—¿Instructor de deporte?…oh, vaya,
qué guay, ¿no? —dijo el enfermero.
—Si, si, lo tengo dentro de un rato
y como me sobraba tiempo quería dar una vuelta por el centro…
—Vaya, ya veo. Así que ya no eres
Napoleón, ahora eres “instructor de deporte”
—¿Cómo? —preguntó Matusalén/Napoleón
medio asustado.
—Vamos, ¿a quién quieres engañar? Tú
eres el de la habitación 324, que te tengo visto, con ese corte de pelo…ays,
éstos locuelos…
—No, no, señor enfermero. Yo soy
español y vengo aquí para una entrevista de trabajo, de verdad.
—Uy si, español, sí, claro. Pero, ¿Napoleón no era francés?
—No, si yo soy de Barcelona; soy del
Barça… Messi —a Matusalén/Napoleón/Pinocho empezaban a temblarle las piernas y
la lengua se le trababa, diciendo cosas sin sentido.
—Así que Messi; pero si Messi ya lo
tenemos en la habitación 322. ¿No serás Shakira, majete? —el enfermero,
corpulento, con tatuajes en el cuello y brazos como piernas de atletas negros,
no se dejaba engañar.
—Señor, le juro que yo vengo para
una entrevista de trabajo para ser entrenador personal de los locos…—los
nervios otra vez le hicieron decir palabras que no quería.
Los locos andan sueltos
El enfermero corpulento no atendía a
razones y cogió a Napoleón —creo que voy a rebautizarlo así— por los hombros.
—Señor, por favor…—suplicó Napoleón
—Vamos a tu habitación, colega, que
tengo mucho trabajo ésta mañana…
Por suerte para Napoleón, una de las
enfermeras que estaba por allí y que conocía perfectamente a todos los locos de
la sala, le dijo al enfermero corpulento que “aquel no era ninguno de la
planta; que se lo llevase a recepción a ver si encontraba la habitación en otra
planta”. El enfermero corpulento lo llevó hasta la recepción y le dijo a la recepcionista
que averiguase de dónde salía éste tipo.
Napoleón golpea de nuevo
Napoleón se atusó la rasta de su
cogote y le explicó a la recepcionista quién era.
—Huy sí, es verdad, sí que teníamos
hoy una entrevista para eso de Instructor de deporte… ¿tú nombre era? —le
preguntó la recepcionista.
Napoleón estaba tan asustado que no
supo qué contestar.
—Ya no sé quién soy, pero creo que
ya no quiero trabajar aquí.
Al terminar de contarnos la
historia, Napoleón se acurrucó en el sofá, se agarró las piernas y empezó a
balancearse durante el resto de la noche.
The Smiths. "Bigmouth Strikes again"